Un día, en algún indefinido momento de este año, me di cuenta de que no estaba recibiendo los mails de una de mis cuentas. Tengo cinco, aunque una es el Yahoo que usé para abrir Flickr, o sea que no la uso para nada. Igual quedan cuatro, y hace años que las configuré para que me lleguen todas al Hotmail, porque si hay algo que odio es andar entrando y saliendo de webs para ver si llegó correo; me gusta que los correos me lleguen solos, o lo más solos que se pueda.
En fin, en ese indefinido momento, el reclamo de alguien de "te mande mail, te llegó?" fue un dato más en la autopista super congestionada de pensamientos y pendientes que es mi cerebro y lo más que llegué a hacer fue a ir a las configuraciones de Gmail, chequear que, efectivamente, no estaba andando, preguntarme cómo es posible que algo se desconfigure solo laputamadre, y cambiar el mail de contacto en el blog.
Listo. Solución parche.
Y me olvidé del tema hasta ayer, que un llamado de mi mama insistiendo para que vea esas fotos que me había mandado me volvió a la realidad, y decidí darle otra miradita al problema.
Fiel a mi estilo, o a mi falta de ganas de dedicarle tiempo a lo que no creo que lo merezca, opté por la opción breve, abrí Hotmail y lo arreglé desde ahí.
Como si fuera una re genia de la computación.
Bueno, no.
Vieron los planetas, esos grandotes y malos que no te dejan que hagas las cosas como no hay que hacerlas? Bueno, deben estar a pleno con sus energías porque lo único que logré fue un aviso de Hotmail diciéndome, nena, ponete las pilas ya.
Y al final tuve que hacer lo que no quería hacer. Salir del gmail que estaba usando, abrir el otro y encontrarme con mails no leídos desde antes de principio de año. Un amor. Y yo ni enterada!
Encontré preguntas, saludos, pedidos de trabajo, respuestas a consultas que yo había hecho, etc.
Un embole.
Una cosa llevó a la otra y me volví a Hotmail, a enfrentarme con más de 10.000 mails que me esperaban desde el año 2006, cuando abrí la librería, me compré la compu y dejé de usar, como un adicto en recuperación, mi amado Outlook Express. Aclaro que estos mails si estaban leídos, pero por misterios que desconozco, seguían ahi, guardaditos, como si fueran importantes. Como un boleto de ida al pasado.
Voy admitir con vergüenza que al principio pretendí eliminarlos uno por uno, o sea, chequeando lo que eliminaba, pero obvio que no daba, y terminé en lotes de 35, fuera, fuera, fuera!
Sobrevolé parvadas de editoriales, pedidos de libros, consultas, actualizaciones de precios, proveedores, de mi etapa de librera. Mezclado con esto, el momento en que descubrimos que Abril era celíaca y mis suscripciones a toda web sobre el tema que hubiera en aquel momento, incluidos memorables cuestionamientos a Granix y chocolates Fenix a ver por que sus productos sin gluten no eran aptos.
Trillones de chistes que me mandaba mi tía Tachi y que yo reenviaba a mi suegra hasta que descubrí que se los mandaban entre ellas.
Mis primeros pasos blogger, con el blog de la librería, que de a poco fue más personal hasta que derivó en esto. Descubrir que
Chachita me leía desde esa época, igual que
Ale!
Invitaciones de Sónico y Fotolog , hasta que apareció Facebook con sus notificaciones, que en ese entonces eran tan pocas que se recibían por mail y con emoción.
El inevitable reencuentro de los compañeros de colegio y escribirle en el muro "bienvenido" a cada uno que se unía. Hoy ni en pedo escribo en el muro de alguien, salvo felizcumpleañosquepasesundíarelindo. Si le tengo que decir algo va por privado.
Mi mudanza y los mails con la dueña de la casa, que vivía en Ushuaia. Las quejas.
Mis hijas empezando más seria y autosuficientemente con la computadora.
El Pet Society y enjabonar mascotas ajenas para poder tener más puntos para quien sabe que. Horas perdidas. O ganadas: mediodías acorraladas en el pequeño espacio frente a la compu, en la librería, con mis tres hijas, esperando la hora de ir al colegio, todas juntas, probandole pelucas a
me olvidé como se llamaba y aplaudiendo si había golden poo. Rescatesé lo de todasjuntas que es lo que importa.
Flickr.
Jackie Rueda y La Vuelta al Mundo.
Luisina,
Paula y
Georgina. Los primeros intercambios postales, desde la adolescencia, con gente que no conocía en persona.
Victoria.
Pinterst cuando nadie sabía qué era ni como se usaba.
La vuelta a casa. La felicidad absoluta. La sensación de haberme ganado el Quini6 de la vida. Miles de fotos. El blog con una presencia contundente, ya establecido sin dudas, como parte de mi vida.
Los primeros encargos de tejidos y las suscripciones a todo lo que tuviera que ver con lanas y agujas.
El B&B y muchas consultas.
Revista Mots y tal cantidad de mails que me ocuparían un pen drive entero. Bueno, tanto no. Igual esos los dejé, junto con dos mails de un ex novio, para leer más tarde una vez más. Soy canceriana al fin y al cabo.
Empecé cerca de las siete, y terminé al mediodía.
Me llevó dos termos de mate.
Quedaron 126 mails.
Terminé más liviana y con un sensación de espacio infinito.
Porque lo que no se ve también nos pesa y nos puede arrastrar hacia abajo.
Los roperos virtuales también está bueno vaciarlos.
Con gratitud.