Instagram llegó a mi vida de la mano de la buena onda de Clara, que me abrió una cuenta en su celular y me lo presta cuando la tengo cerca, para sacar alguna foto y para ver las de los demás.
Para las que no tienen IG, ésto significa cerrar sesión de su cuenta, abrir la mía, volver a salir, y así y así. Que cuando es tu teléfono es un plomo. La verdad, si soy re honesta, no sé si yo compartiría tan generosamente algo así, tan personal como el celular, con alguien. Claro que la otra cara de la moneda es cuando se enoja porque la retamos o porque está de mal humor y aprovecha la herramienta perfecta para vengarse no prestandomelo. Pero como por ahora sigo siendo más viva y tengo más paciencia, en esos momentos me cuido muy bien de pedírselo. Una vez hasta amenazó con cerrarme la cuenta, pero por suerte entró en razón. Igual si desaparezco, ya saben la probable causa!
Cuando empecé a mostrar mis fotos IG, alguien me comentó que era ideal para mi, que mis fotos siempre habían sido medio IG, pero con cámara. Y la verdad es que si, yo amo IG. Al margen de lo básico, que es sacar una foto de algo que te gustó, que captó tu atención, que destacó en medio del cotidiano y te inspiró a compartirlo y mostrarlo, me parece que es una red social mucho más amena que otras. De hecho a FB ya casi no le doy uso, salvo para comunicarme con mis hijas o con alguien (odio los mails y los evito cuanto puedo) o compartir algo en particular y listo. En IG compartimos recetas de cocina o de tejido, nos deseamos buenos días, nos avisamos cosas, jugamos a los colores, etc.
El tema es que con la emoción de lo nuevo, pasaron los meses y me di cuenta de que mis albums en Picassa de las fotos sacadas con la cámara, estaban prácticamente vacíos. Yo los ordeno por mes, y si, por ejemplo, agosto 2013 tuvo 345 fotos, agosto 2014 tiene solo 26. No es que sea el fin del mundo, ni mucho menos. De hecho, las fotos están en otro album. Pero, aunque mi cámara no sea buena, siempre es mejor que el celular. La cámara implica el ejercicio de ver, de observar, de cambiar algo, jugar a enfocar y desenfocar con el macro, con la luz, y lograr algo más. Sería como el slow food de la fotografía digital. El celular te permite velocidad, minimizar la interrupción de lo que estás haciendo, decir algo a través de una imagen casi como hablando: tres clicks y salió.
Me propuse retomar las fotos con la cámara, entonces, no tanto por el resultado, si no por el proceso en sí.. Bueno, si, justo ahora que tengo menos tiempo que nunca.
Parece contradictorio, pero no.
Es como detenerse y respirar.