El viernes pasado Clara tenía invitadas unas amigas a tomar el té para festejar anticipado su cumple, que era el domingo, día de la madre. Lo había organizado una semana antes y la noche anterior, lamentablemente, admitimos que no teníamos un peso ni para los ingredientes de la torta. Gran desilusión gran, ella ofrece unos ahorros que tenía porque se niega a posponerlo una semana, como yo le sugerí. Aceptar plata prestada de los hijos siempre se convierte en un plomo, y aunque las veces que lo hemos hecho, anotamos todo y terminamos devolviendo con intereses, es algo que no me gusta hacer. Tampoco se piensen que es muy habitual, pero tengo tres hijas grandes y en tantos años ha habido oportunidades en que sus chanchitos nos salvaron.
Cuando me fui a dormir me quedé dando vueltas y vueltas pensando y al final decidí que a la mañana siguiente me iba al pueblo apenas abrieran los negocios y me jugaba primero a que la tarjeta (suspendida) ya estuviera habilitada. Y como última instancia, ahorros de Cla.
Me levanté temprano, despaché hijas,
él partió a su trabajo.
Era demasiado temprano para salir porque todo abre más tarde, asi que a esperar. Y mientras ordenaba unas cosas me encontré $30 en la cartera, lo cual me pareció un buen augurio! Partí caminando los 7km, porque ese día no había caminado y de paso para ahorrarme un colectivo, que acá son carísimos y si los puedo evitar los evito.
Llegúe al pueblo medio muerta de sed, porque no había desayunado, porque si tomo algo antes de caminar largo rato me dan muchas ganas de hacer pis. Y de los dos males, elijo la sed/hambre. Tremendo lo mio, cero glamour, pero verdadero. En eso me gritan, me doy vuelta y me saludan desde un jardín unos amigos que estaban tomando matecito al sol, y obvio, me invitan a unirme a su momento de relajo mañanero. Fueron casi los mates más ricos del universo! Y justo resulta que mis amigos tienen un local alucinante, en el cual había dejado unas cositas que se habían vendido y chan! terminé partiendo rumbo a mis compras con $60 más. Vamos mejorando, no? El mundo ya parece más colorido! Como el panorama había cambiado también cambié mis planes y decidí obviar arriesgarme al papelón de la tarjeta suspendida. Como tenemos cuenta con crédito a favor ( no son todas malas!) en la verdulería, compré ahi un dulce de leche grande, una crema de leche grande, jamón y queso fresco. Bueno, era paleta, no jamón, pero va igual. De ahi a la panadería. Clara suspira por las medialunas calentitas con jamón y queso. Y yo también, la verdad. Ese día decidí suspender mi dieta de no lacteos/no harinas y a la mierda! Me lo merecía. También compré merengues, porque el postre empalagoso del té Willy Wonka del año pasado tuvo tanto éxito que las invitadas me lo venían exigiendo. Y de paso les cuento, que es tan pero tan dulce que con una porción las llenaste para toda la tarde y después no quieren más nada. O sea, rinde. Me faltaban los rocklets. Recordé con infinita añoranza esas cuadras de infancia de la mano de mi abuelo hasta la panadería a comprar lentejas de chocolate, que te vendían sueltas en una bolsita de papel y que después se ememeizaron y ahora son rocklets y luego dios dirá. En casa tenía naranjas para hacer naranjada y maiz pisingallo para el pochoclo. Listo.
Ya al rayo del sol y cargada con dos bolsas de cosas, trancé con mi conciencia y acepté el colectivo. Pero faltaba una hora y esperar es algo que me altera los nervios. Además adoro ese dicho que dice que cuando el carro empieza andar, se acomodan los melones. Es muy asi para mi. La quietud estanca. Unas cuadras más adelante hay otra parada con más sombra y me fui para alla con tan buena ¿suerte? que justo pasó una amiga que iba para el lado de casa y me dejó en la puerta. No solo eso, si no que le pude contar todo lo que me había pasado, sacándolo de un contexto de drama, animándome a compartir, como hago ahora, algo que me daba mucha vergüenza, y que cuando soltás y dejas ir, te das cuenta de que es más común de lo que parece.
Finalmente, volví con la billetera de mi hija intacta, las tristezas un poco más aliviadas y un montón de provisiones para preparar el festejo.
Esas magias inesperadas y tan necesarias ocurren. Me han ocurrido mucho a lo largo de la vida y sé que seguirán ocurriendo. Las atesoro y las agradezco. Y hoy decido compartirlas porque no son de mi propiedad y porque espero que se contagien para todos lados.